En un verdadero ejercicio de pensamiento lateral trataré de unir el record histórico de las reservas internacionales de México, el Día del niño y la cultura de la lectura. Si eres un niño probablemente ya estés asustado y prefieras ir a ver Cartoon Network, si eres adulto probablemente ya estés pensando: ¡otro que me dice que hacer con mis hijos! Sigue leyendo, pues de eso se trata el tercer punto y si eres niño corretea a tu papá y mamá hasta que te respondan tus dudas.
Ayer por azares causados por la lluvia, me refugie en una plática de Paco Ignacio Taibo II y Francisco Hinojosa, La literatura policial en el país del absurdo, interesante, pero para otro día, entre los comentarios, atacaban como la estrategia oficial de obligar a leer a los niños lecturas clásicas, bajo amenaza de castigo, había llevado a nuestra generación a cambiar los libro por la tele, los videos y más tarde el Nintendo y DVD’s. Algo muy similar pasó con el ahorro y nuestros padres, con la inflación que vivimos en los 70’s a los 90’s prefirieron gastar ese dinero ha verlo reducido a nada, muchos se sintieron traicionados, desfalcados, engañados, empobrecidos, con un desenlace de la desmotivación del ahorro. De estar en niveles 8% del ingreso llegó a estar cerca del 1% en 1996. Trágico, si, pero en los niños se arraigo más este daño. Algunos se han de acordar que los maestros los lunes recogían el ahorro que por disposición oficial se llevaba en las escuelas y al final del año escolar te lo entregaban. Con las inflaciones de esos fatídicos años el ahorro escolar se fue al traste.
Por otro lado la cultura LIGTH ha promovido lo fácil que es bajar de peso comprando esto, atraer más chicos si vistes ello, ser más exitoso si conduces un Hummer de una tonelada de equipo militar disfrazado de civil, si es fácil hazlo. Suma la falta de ahorro con la filosofía Light y te dará un perfecto cóctel de desperfectos económicos.
¿Como romper este ciclo de poca educación financiera? Comprar Padre Rico, Padre Pobre de Kiyosaki no basta, hay que inculcarles a los niños nuevamente la cultura del ahorro. Hasta ahora las instituciones financieras no han hecho un gran esfuerzo, tienen algunos productos, pero siguen siendo cuentas simples con nombres simpáticos sin ninguna ventaja real por ser niño y sin una motivación específica. Si bien la responsabilidad de la educación es de los padres, se vuelve más difícil cuando las instituciones no ofrecen un aliciente.
Los niños aprenden jugando y obteniendo refuerzos a su motivación. Y por fin aquí les va lo que aprendí del hijo de uno de mis clientes. A los 18 años de edad se presentó en mi oficina con un cheque de Banamex por más de cien mil pesos, pues quería invertirlos. Francamente ve sentí apenado, a esa edad cada peso que me caía se convertía en una piedra más en mi camino de perdición económica. Intrigado de tan soberbia y extraña cuenta, le pregunté si su papá se lo había dado, o cómo lo había logrado ahorrar. Esta fue la historia que me contó:
Cuando tenía 5 años mi papá y mi mamá hicieron un contrato conmigo –contrato que es una joya firmado con un rayón de crayola morada y la firma de sus papás.- por ser su hijo me iban a dar un sueldo a cambio de obedecerlos y portarme bien. Si al final del año, me había portado bien, considerarían un aumento del sueldo. Pero ahí no acabó todo, de pronto sacaron 3 alcancías: una de plástico, una de barro y una de metal con todo y combinación.
Estas eran las reglas: Del dinero que me dieran la tercera parte sería para cada alcancía, y así como me lo daban ellos lo repartían en las tres alcancías.
Con la alcancía de plástico podía hacer lo que quisiera, comprarme lo que se me antojara. Al principio siempre estaba vacía.
La de barro solo se podía agarrar una vez al año. En Navidad bajo una verdadera ceremonia mis hermanos y yo rompíamos nuestras alcancías y corríamos a gastar el dinero en juguetes.
La tercera alcancía no se tocaba sólo mi papá tenía la combinación, de esa caja no tocaríamos el dinero hasta que yo cumpliera los 18 años. Aunque, su uso no duró tanto aun la conservo para mi hijo o hija, lo que sea primero. En navidad antes de la ceremonia del cochinito de barro -que luego se convirtieron en luchadores, ranas y otras figuras que buscábamos en las ferias- mi papá abría la caja y nos pagaba nuestros intereses, estos los entendí bien como hasta los 12 años. Pero algo siempre supe mientras más había, más me daban, para envidia de mis hermanitos.
Con el tiempo me fueron subiendo el sueldo y encargando más y más cosas, aunque algunas no me las pagaban. Después en Navidad, ya no me gastaba todo el dinero comencé a ponerle algo extra a la alcancía de Metal, que para ese entonces ya se había convertido en una libreta en la que mi papá nos llevaba la cuenta.
A los 15 años de regalo fuimos al banco y abrimos mi primera cuenta, pero siempre en Navidad mi papa me daba un extra en los intereses. Para este entonces yo buscaba como ganar algo extra, trabajaba con mi abuelo o vendía las cosas que ya no usaba.
A los 16 años mi papá me pidió prestado para comprarle un coche a mi mamá, me hizo mi plan de pagos con un 15% de interés, nunca lo entendí muy bien, pero cada mes me daba mis 5,000 pesotes, que iban directo a mi cuenta.
Ahora que cumplí los 18 años mi regalo fue disponer de mi fondo, puedo hacer lo que quiera, pero decidí seguir ahorrándolo.